El padre Lecaros fue un sacerdote dedicado a humanizar la vida de los presos en la Penitenciaría de Santiago. Creía que lo más doloroso para los reclusos no era la privación de la libertad, sino la soledad y el abandono que experimentaban con el tiempo. Para aliviar su sufrimiento, se preocupó por mejorar su calidad de vida en pequeños pero significativos aspectos. Desde brindarles atención dental y mejorar las condiciones de higiene, hasta organizar actividades recreativas y culturales, el padre Lecaros buscaba devolverles a los internos una parte de la dignidad que les había sido arrebatada.
Más allá de sus acciones prácticas, el padre Lecaros se destacó por su empatía y respeto hacia los reclusos, tratándolos siempre con dignidad y fomentando su autoestima. Su labor fue tan profunda que, incluso cuando se enfrentó a un cáncer terminal, solicitó vivir en la penitenciaría para estar aún más cerca de aquellos a quienes servía. Su compromiso y amor incondicional hacia los presos dejaron una huella imborrable, evidenciada en la multitud que asistió a su funeral, desde amigos y sacerdotes, hasta reos que, con grilletes en las manos, acudieron a despedirse de quien les devolvió la humanidad.
Nuestra fundación nació en 1993 con el propósito de apoyar a los internos de los centros penitenciarios en su reinserción a la sociedad. Comenzamos ofreciendo programas que les permitieran reconstruir sus vidas fuera de prisión, pero pronto comprendimos que para lograr un impacto duradero era esencial trabajar con sus familias, especialmente con sus hijos e hijas, quienes son los más afectados por la ausencia de un padre o una madre.
Así, nuestro proyecto evolucionó para brindar un apoyo integral a estos niños y niñas, combinando la asistencia escolar con el fortalecimiento de su autorregulación, liderazgo y proyecto de vida. Desde entonces, hemos acompañado a estos jóvenes en su desarrollo académico y emocional, comprometidos en transformar su dolor en resiliencia y abrirles un camino lleno de oportunidades positivas.
Nuestra misión es brindar un acompañamiento integral a los hijos e hijas de personas privadas de libertad, apoyándolos en su desarrollo académico, emocional y social. A través de programas que fortalecen sus habilidades de autorregulación y les proporcionan un entorno seguro y solidario, buscamos romper el ciclo de la delincuencia desde lo positivo, empoderándolos con las herramientas necesarias para construir un futuro lleno de oportunidades y alejado de la criminalidad.
Nuestra visión es ser un referente en la transformación de vidas, logrando que cada niño y niña afectado por la privación de libertad de sus padres pueda continuar su educación de manera correcta y tener un desarrollo emocional saludable. Aspiramos a construir una sociedad más justa e inclusiva, donde se rompa el ciclo de la delincuencia a través de la educación y el apoyo emocional positivo, garantizando que todos los niños y niñas tengan las mismas oportunidades de alcanzar su máximo potencial.
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